Las dos series de obras precedentes, "Interiores" y "Amor de mí", fueron pintadas al mismo tiempo y, desde dos extremos opuestos, expresaban un recorrido introspectivo. Por un lado plenos paisajes, espacios íntimos, inventados y metafóricos; por otro, retratos narcisistas que eran puro rostro, pura provocación de un otro inalcanzable que se exhibía a la distancia. El interior y la superficie se expresaban en estas dos series sin puntos de contacto pero en tensión. "Abrir los ojos", en el medio de esta pugna, implica entonces quebrar ese límite para mirar a los otros en un sentido amplio. Los ojos se vuelven la ventana que comunica esos dos mundos (interior-exterior) para intentar pintar el espacio emocional que se construye entre dos personas y que dura solo un instante.
Al trabajar en estas pinturas inicialmente tomé fotografías en situaciones sociales y cotidianas. Utilicé una cámara digital de bolsillo sin prestar mayor atención al encuadre. Me interesaba la fotografía como medio para coleccionar estos recuerdos. Algunas veces me concentré en las personas que estaban presentes, y otras, me detuve en elementos del ambiente que enmarcaban el instante.
En una segunda etapa, trabajé digitalmente las fotografías alterando los colores y el tratamiento de las formas con el propósito de acentuar la vivencia por sobre la imagen descriptiva. Luego, recortando y calando las imágenes construí modelos en dos y tres dimensiones (collages) que utilicé como referencia para pintar los cuadros.
Como resultado de este proceso la imagen de estos cuadros se vuelve ambigua y múltiple. A diferencia de las obras anteriores el retratado ya no se pone en evidencia y el espacio es tan extraño que, muchas veces, se diluye el límite entre retrato, paisaje y abstracción.