Iturralde ahonda en su reflexión pormenorizada sobre la pintura al alterar en la narratividad de la propia pieza la lógica de las instancias materialistas de su elaboración, como si en ellas no hubiera un antes y un después sino un fenómeno de permanente irresolución y conflicto semántico, donde lo que podría calificarse como inconclusión fuera en rigor la estrategia programática de un pintor que ensaya la indeterminación, la disgregación de aquello que suele conjugarse amalgamado, homogéneo, en busca de una conciencia operativa, sensitiva e intelectual más certera. “¿Cuántos cuadros existen dentro de un cuadro? ¿Qué ocurre con todas las formas intermedias que devienen al pintar? Bocetos, fotobocetos, paletas descartadas, anotaciones, imágenes erradas o descartadas. ¿Cuántas de estas formas son parte necesaria del cuadro final? ¿Deben ser exhibidas o desestimadas?”
Eduardo Stupía